Manifiesto Teusaká: Reconectando con el Superorganismo
- Felipe Londoño
- Apr 27
- 4 min read

Cuando el mundo se detuvo durante la pandemia, la naturaleza comenzó a reclamar lo que es suyo. Mientras estábamos encerrados en nuestras casas, viendo videos en YouTube o las noticias en la televisión, vimos algo increíble: los animales volvieron a las ciudades. Los venados, los zorros, los pavos reales, toda esa vida salvaje que habíamos empujado a los márgenes de la civilización apareció, recordándonos que la naturaleza tiene una capacidad extraordinaria de regenerarse. Era como si la naturaleza solo necesitara un breve respiro de nuestra constante intervención para manifestarse con toda su fuerza.

Poco después, apareció otro fenómeno: la inteligencia artificial. Con la ayuda de la inteligencia artificial, hemos podido crear imágenes y textos que nos muestran un mundo utópico. Imágenes de cóndores volando por los cielos de los cerros orientales de Bogotá, de osos de anteojos y zorros blancos regresando a sus antiguos hábitats. Podemos visualizar un futuro donde los cerros de Bogotá no solo se restauran en su flora, sino también en su fauna, donde los venados, tigrillos y ardillas vuelven a caminar por estas tierras.

Aunque estas imágenes sean producto de la tecnología, su propósito es claro: inspirarnos a actuar. Porque, aunque hoy no veamos lechuzas blancas en los cerros del Verjón, aunque los osos y los cóndores sean solo recuerdos, creemos que es posible soñar con su regreso. Este manifiesto es un llamado a imaginar un futuro donde la naturaleza se restaura completamente, donde cada ser vivo, desde los árboles hasta los animales, tiene su lugar.

En los viajes con plantas sagradas como el yagé, los indígenas se transforman en jaguares, delfines rosados, guacamayas; se convierten en uno con la selva. Pero nuestra invitación, como Guardianes de la Lechuza, no requiere de alucinógenos ni de ceremonias rituales. Lo que proponemos es simple pero profundo: adoptemos conscientemente la idea de que somos parte de este bosque altoandino. Imaginemos que somos esos animales que tanto admiramos. ¿Cómo viviríamos si fuéramos un venado caminando entre la niebla o una lechuza blanca vigilando desde las alturas? Si logramos esto, seremos capaces de vernos como parte de un gran superorganismo, trabajando para restaurar el equilibrio natural.

Sin embargo, en el mundo moderno, especialmente en las ciudades, estamos más desconectados que nunca de la naturaleza. Vivimos en un entorno donde la mayoría de las personas no podría nombrar ni siquiera a las especies más emblemáticas de nuestros ecosistemas locales. Pregunta en las calles de Bogotá si alguien ha visto alguna vez un frailejón, esa planta majestuosa y emblemática de los páramos de Colombia, y te darás cuenta de que muchos ni siquiera sabrán lo que es. Aún menos personas sabrán qué es un cusumbo o podrían reconocer el canto de una lechuza blanca.

Por otro lado, la mayoría de las personas conocen bien las razas de perros de moda. Todos han visto o escuchado hablar de un Golden Doodle, un Labradoodle, un French Bulldog, o un Shiba Inu. Otras razas como el Cocker Spaniel, el Husky Siberiano, el Pomeranian, el Beagle, el Pug, o el Chihuahua son nombres que muchos podrían identificar sin problemas. ¿Cómo es posible que sepamos tanto sobre los perros que acompañan nuestra vida urbana, pero tan poco sobre los seres que comparten nuestro hogar natural? Esta desconexión no solo refleja nuestra distancia con la naturaleza, sino que limita nuestra capacidad para entender y respetar los ecosistemas que nos rodean.

Pero tal vez, debido a nuestra desconexión con la naturaleza, ya no seamos capaces de escuchar a los árboles o entender el lenguaje de los animales. Quizás el ser humano ha olvidado cómo comunicarse con el mundo natural. Sin embargo, creemos que puede haber otro camino para recuperar esta conexión. Quizás, a través de la inteligencia artificial, podamos redescubrir ese lenguaje perdido. Quizás, un día, la tecnología nos enseñará a comunicarnos con los árboles, con las plantas y con los animales, y a través de ese diálogo, aprenderemos finalmente a respetarlos. A respetar sus espacios, su tiempo, su forma de vivir en este planeta azul.

Este manifiesto es una invitación a soñar, pero también a actuar. Las imágenes de este artículo, realizadas con inteligencia artificial, pueden generar confusión, porque la gente podría pensar que estos animales ya han regresado a los cerros. Pero esa es precisamente la intención: generar un impacto. Queremos que estas imágenes nos impulsen a trabajar para que algún día, los cóndores, los osos, los zorros y las lechuzas blancas regresen a su hogar en los cerros orientales de Bogotá. Porque, aunque suene loco, si nos ponemos como objetivo restaurar todo el ecosistema, incluso los depredadores que completan la cadena alimenticia, podríamos alcanzar mucho más de lo que imaginamos.

El reto es grande, pero la motivación debe ser aún mayor. Al soñar en grande, al ponernos metas altas, tenemos el poder de hacer realidad una parte de esa utopía. Los Guardianes de la Lechuza estamos comprometidos con este sueño: restaurar no solo la flora, sino también la fauna de los cerros. Trabajamos para que los venados, los tigrillos, los cóndores y tantos otros animales regresen a caminar por las tierras que les pertenecen.

Este es nuestro llamado. Que juntos, como parte de este gran superorganismo, podamos devolverle a la naturaleza el espacio que le corresponde y reconstruir el equilibrio que se ha perdido. El planeta azul, nuestra nave espacial, nos lo pide.
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